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lunes, 25 de enero de 2010

EL POZO DE LAS CADENAS

Cuentan en Tecate, un pueblo ubicado al final de la Rumorosa, que en tiempos de la revolución, allá por 1910, vivía un matrimonio sin hijos, personas pacíficas y trabajadoras. El señor cultivaba sus tierras, mientras su esposa se hacía cargo de la casa. En ese entonces no había mucha gente en los alrededores y los caminos eran sólo brechas secas que levantaban unas tolvaneras que dejaban ciego a cualquiera.

Cierto día, unos hombres tenían mucha sed porque llevaban horas caminando bajo el sol, que antes como ahora, quemaba durísimo. Al ver al señor que trabajaba en su parcela, se acercaron.

- ¡Buenas tardes!

- ¡Buenas tardes! - Contestó el señor, dejando su labor y echándose aire con el sombrero - ¿Qué les trae por acá?

- Las ganas de encontrar buena fortuna. respondió uno de los hombres.

-Vamos para Tijuana, ya atravesamos La Rumorosa - dijo el otro.

- Pues todavía les queda mucho camino.

- Tenemos sed, ¿no tendrá un poco de agua que nos regale? - preguntó uno de los extraños.

- ¡Qué caray!, me acabo de tomar el último trago- respondió el campesino- pero si no tiene prisa, mi casa está cerca y tengo un pozo.

- No. no tenemos prisa, vamos- dijeron los hombres.

El señor se apresuró a levantar sus aparejos, estaba contento porque era raro que alguien pasara por el lugar, la visita de gente era una novedad y se aprovechaba para saber cosas de lejos. Así que sin desconfiar, llevó a los hombres hasta su casa, al llegar les presento a su esposa y éstos saludaron quitándose el sombrero.

Los hombres bebieron toda el agua que pudieron, comieron como si llevaran días sin probar alimento y platicaron largo rato. La tarde iba cayendo, los coyotes comenzaban a aullar, mientras la luna dejaba ver su primeros rayos.

Esos hombres no dieron muestras de marcharse, se veía que estaban a gusto, entonces el señor y su esposa, les prepararon un catre con ramas de cachanilla donde dormir. Muy avanzada la noche, un grito se ecuchó haciendo eco a lo lejos...

Nadie sabe qué ocurrió, pero cuentan que los extraños se pusieron de acuerdo para robarle al señor lo poco que tenía, y como se resistiera lo amarraron con unas cadenas y lo echaron al pozo. La luna fue la única testigo de aquel suceso; de su esposa, así como de los hombres, no volvió a saberse nada.Desde entonces, hay noches en que en el pozo se oye mucho ruido. Quien lo ha oído, dice que el muerto logra salir y arrastra sus cadenas mientras llora entristecido; dicen que vaga en busca de su esposa desaparecida y de los desalmados que lo mataron. La gente que pasa por ahí muy de mañana comenta que se pueden ver claramente, alrededor del pozo, las huellas de unos pies encadenados.

miércoles, 20 de enero de 2010

LA RUMOROSA

Dicen que en una ranchería cercana a la ciudad de Tijuana, vivía una enfermera llamada Eva, era muy conocida y respetada porque ayudaba a los enfermos y a los accidentados; sin importar la hora iba adonde se lo pidieran. Cierto día llegó a su casa una señora rogándole muy angustiada:

- Señorita Eva, mi esposo está enfermo, necesita que lo atiendan; por favor venga a verlo.
- ¿Qué es lo que tiene?- preguntó la enfermera.
- Ha tenido mucho dolor de estómago, toda la noche se estuvo quejando- respondió la mujer.

-¿Por dónde vives?
- Cerca de La Rumorosa- contestó.
- Está lejos- dijo la enfermera-. Primero voy a ver a una vecina que también está enferma, pero dime cómo llegar y en cuanto me desocupe, iré para allá.
La señora le dio las señas del lugar y se fue. Mientras tanto, la enfermera tomó su maletín y se dirigió a la casa de su vecina. Terminanda su visita, salió rumbo a La Rumorosa caminando bajo el calor intenso del medio día, pero en su prisa por llegar adonde la esperaban, equivocó el camino.
-No veo ninguna casa- pensó preocupada- estoy segura que me dijo que era por aquí.
Ya habían pasado varias horas desde que saliera de su casa y pronto oscurecería. Tenía hambre y sed porque el agua que llevaba se había terminado, aún así trató de no desesperarse; levantó la vista y no miró otra cosa que piedras formando los enormes cerros de La Rumorosa, una sensación de temor la invadió porque sabía historias de ese lugar en las que se hablaba de aparecidos, brujas y quién sabe cuántas cosas más.

Decidió voler a caminar y guardando su miedo se metió entre aquellos cerros; con la noche las enormes piedras que se encontraban por todos lados se transformaban en horrendas personas y animales que gritaban su nombre: ¡Eeeva, Eeeva...!
La mujer echó a correr desesperada entre las rocas hasta que sus pies resbalaron y no supo más de sí.
Con los días, los vecinos fueron a buscar a Eva a su casa, pero no la encontraron. No volvieron a saber de ella hasta que en las curvas de La Rumorosa vieron una mujer vestida de blanco que pedía raite... el camino era tan difícil, que nadie podía detenerse, pero aún así, cuando menos se lo esperaban, ¡aparecía sentada a un lado del que iba manejando! ¡El susto que se llevaban! La mujer se quedaba muda todo el camino y siempre desaparecía frente al panteón. Se dice que todos estaban tan espantados que ya no querían pasar por aquellos lugares, pues corría el rumor de que era la enfermera muerta.
Otros cuentan que en la Cruz Roja de Tecate, mucho pacientes han sido atendidos por una misteriosa mujer, que era muy cuidadosa en las curaciones y desaparecía siempre que llegaba la enfermera de turno; a pesar del susto que les dio ver cómo se desvanecía, la mayoría coincide en que siempre los favoreció.
Mucha gente ha acudido con el padre para que ayude a la enfermera en pena pero como nadie sabe dónde murió, no han podido hacer nada; así, la muerta seguirá vagando por los caminos de La Rumorosa durante muchos años más.